miércoles, 22 de septiembre de 2010

Temporalmente fuera de servicio

Bueno, hace tiempo que no escribo, eso es porque el pasado día 13 de septiembre comencé las clases en la universidad, y la verdad es que no tengo mucho tiempo para gran cosa. Ni siquiera he podido publicar el capítulo que correspondía al pasado viernes, lo siento mucho.
La verdad es que este año nos están espabilando bastante, pero eso es bueno, hay que trabajar bien desde el principio. A este año le he puesto mucha ilusión, y espero aprobarlo todo como es debido.
Pronto tendréis más noticias mías =).

¡Saludos!

lunes, 13 de septiembre de 2010

¡Teórico aprobado!

¡Buenas! sólo quería deciros que el otro día me presenté al examen teórico para el permiso de conducción clase B, y bueno, a pesar haber cometido dos fallos que me han causado algo de depresión, he conseguido aprobar, y en cuanto pueda, me dispondré a tomar clases prácticas.

¡Saludos!

La saga de los caballeros atormentados IX

Reporte 9

Hace poco que ha amanecido. Hoy me dispongo a viajar a tierras lejanas para continuar con mis propósitos. Es el comienzo de una travesía a través del globo que durará bastante, y tal vez jamás vuelva a mi lugar de origen.

Me he dirigido a un bosque cercano a la costa. Voy en busca de algunos troncos que queden en pie para construir una balsa que me lleve a la tierra más próxima. Este trabajo me llevará un tiempo, puesto que la mayor parte del bosque está calcinada, y los restos, inservibles para construir cualquier objeto de madera.

Al cabo de alrededor de una hora he conseguido reunir todos los útiles necesarios para construir mi balsa, y poco a poco, a eso de un cuarto de hora mi balsa ya está terminada. La llevo a cuestas hasta la orilla, y, antes de embarcar, echo la vista atrás, para dar mi posible último adiós a mi querida tierra, aquella que me vio nacer y me ha dado sustento durante bastantes años.

Como mi recién construido medio de transporte es algo lento, tengo tiempo de sobra durante mi viaje para reflexionar sobre muchas cosas. También han llegado a mi mente imágenes de mi infancia. Mi infancia no fue todo lo agradable que hubiese deseado. Por supuesto, que conté con el cariño de mi familia, y no todos los días me faltó algo que llevarme a la boca. Sin embargo, el mundo en aquél entonces no era mucho mejor a como lo es ahora. El mundo ya se había degradado desde hace algún tiempo, y la sociedad, bueno, más bien escaseaba la población mundial, por lo que no tuve la ocasión de relacionarme con mucha gente.

Supongo que fue en nuestra infancia cuando, todos nosotros, empezamos a curtirnos para la batalla. Cuando empezamos a hacernos a un mundo cruel y desolador. Quién sabe si los dioses estuviesen jugando con nosotros para disfrutar de una buena guerra, como la que se está librando en nuestros días.

Cuando estaba más o menos a mitad de camino, me llegó a mi mente el informe de una batalla que se acababa de librar entre el conocido Ezherin, el rey del hacha, y otro guerrero, por el momento desconocido, que pareció ser duro de pelar. No tenía gran armadura, pero tenía en su brazo izquierdo un escudo de mitrilo que le defendía de cualquier ataque. Además, tenía en su poder una espada corta con la que podía causar un daño atroz en el enemigo.

Lasez el azotador
Y sin dejar de ser cruel
Ataca a Ezherin el segador
En esta lucha sin cuartel

El hacha responde
A los deslizantes cuchillos
Lasez no se esconde
No es una lucha de chiquillos

La batalla se complica
Los dos están igualados
La ira se amplifica
los dos pueden estar acabados

La batalla se alargó un poco. El rival de Ezherin, Lasez, era duro de roer. Tenía una notable agilidad para esquivar los ataques, lo que le hacía un rival fuerte en el cuerpo a cuerpo. Atacaba con unas cuchillas que llevaba adheridas a las manos y los pies. Tras algunos rasguños, alguno que otro de gravedad notable, Ezherin logró acabar con su enemigo con un mandoble que le cortó el cuello.

Que Ezherin, un rival con el que las pasé canutas, haya tenido dificultades para hacer frente al enemigo, sólo puede significar una cosa: que nuestros enemigos son cada vez más duros de pelar, y que no he de bajar la guardia, y pensar que el último rival con el que he lidiado no es sólo una excepción, y que vendrán más enemigos más fuertes que yo, y tal vez para la próxima ocasión no vuelva a tener la ayuda que tanto he agradecido.

Al cabo de un rato, sufrí el ataque de unos caimanes, que surgieron de entre las aguas por sorpresa. Por suerte, fui yo más ágil, y antes de que me causasen grandes heridas, todos ellos probaron el sabor de mi renovada, y de azul resplandeciente espada. No obstante, este altercado alteró notablemente el rumbo de mi barca. Antes de darme cuenta, estaba de camino a tierras diferentes de las que había planeado, y ya no había manera de dar vuelta atrás, puesto que desconocía el camino de vuelta. El océano es tan azul, y lo que es peor, tan homogéneo…

Pronto empecé a divisar a lo lejos la costa. No parecía ser una isla, sino más bien parecía que había alcanzado el continente. No obstante, parece ser que no fue muy bien recibido allí, pues, poco antes de llegar a pisar tierra firme, vi llegar hacia mí una lluvia de flechas que parecía provenir de la playa. Salté rápido de la balsa, y con un poco de suerte ninguna de las flechas consiguió alcanzarme. Dirigí mi vista al frente, y pude ver, subido a una alta piedra, un arquero que me estaba atacando maliciosamente.

Hasta llegar a la cosa, mis movimientos se vieron algo ralentizados debido a la columna de agua que tenía que sortear bajo mis pies. No obstante, con un poco de dificultad, esquivando el aluvión de flechas súper rápidas que se dirigían hacia mi persona, conseguí llegar a tierra firme. Tenía al rival justo enfrente de mí, pero no me atrevía a escalar la piedra hasta llegar a él, pues aprovecharía la ocasión para atacarme, y en ese caso no tendría opción alguna para esquivar sus ataques.

Pero pronto tuve la feliz idea de hacerle bajar destruyendo la piedra sobre la que estaba subido, así que blandí mi espada, y con un mandoble, que dejó un reluciente destello azul al reflejarse en el Sol, partí en dos la piedra, y se vino abajo. Tenía justo enfrente de mí al enemigo, pero este se alejó, sin bajar la guardia, ya que sabía que en el cuerpo a cuerpo no tendría nada que hacer contra mí. Mientras se alejaba, a menudo se giraba para lanzarme flechas, pero yo, en vez de quedarme parado viendo cómo me atacaba, decidí seguirle, y como yo, tras la batalla anterior, me he vuelto mucho más ágil, no me costó mucho alcanzarle. Me quedé a pocos centímetros de él, apuntándole con mi espada, y él a su vez con su arco.

Los dos sabíamos que, ante el mínimo movimiento, el otro lanzaría su ataque sin pensárselo dos veces. Yo, pensando en mi superior agilidad, decidí atacar primero, y en efecto conseguí atravesar su cuerpo con mi nuevo ataque relámpago, pero a costa de recibir uno de sus flechazos en mi brazo. Me hallaba en medio del bosque, algo malherido, y sin saber muy bien qué hacer…

lunes, 6 de septiembre de 2010

La saga de los caballeros atormentados VIII

Reporte 8

El final tal vez se acerque
Nuestro héroe agoniza
No hay posible albergue
En esta lucha ahogadiza

El valeroso se ve acorralado
Tal vez no haya manera
A la vida está aferrado
Pero el rival muestra destreza

Hoy me he visto involucrado en la peor batalla que he tenido hasta el momento. Jamás pensé que llegase este momento, y menos aún tan pronto. Es el mayor obstáculo que se ha presentado en mi camino a mi meta. Mi meta de llegar hasta el único rival que verdaderamente me interesa, aquél que me arrebató algo mío, cosa que no puedo consentir.

He llegado hasta mi rival, y en principio no parecía que fuera a dar muchos problemas, pero pronto empezó a destacar por su extrema agilidad. De pronto desapareció, y volví a encontrármelo en la costa poco después. Hizo surgir tras de sí una gigantesca ola que me engulló, y de pronto me vi sumergido en el fondo del océano, incapaz de moverme debido a la gran cantidad de energía que desprendía mi rival. No obstante, de pronto alguien, cuya identidad no desveló, me cedió su apoyo y su energía, y fui capaz de salir de aquel embrollo. Pero no fue suficiente, pues, a pesar de llegar a estar a su nivel, aun así no fui capaz de hacerle mella, y pronto tomó las riendas del combate, dejándome exhausto y tirado en el suelo, sin apenas moverme.

Parecía que todos mis huesos estuviesen hechos pedazos, y que todos mis músculos estuviesen desgarrados. Literalmente, me veía incapaz de moverme. Sus efectivos golpes, unidos a su amenazante energía, me habían vuelto a paralizar. Estaba tirado en el suelo, y mi enemigo se iba acercando lentamente. Cada vez estaba más cerca; cada vez veía más cerca mi trágico destino. Estaba claro que no iba a condonarme. Me iba a aplastar como a una hormiga.

No obstante, de pronto, volví a escuchar aquella voz que provenía de allá a lo lejos. Me decía que no me rindiese, que me quedaba poco para derrotarle, y que iba a proporcionarme toda su energía para que saliese adelante. Aunque ello supusiese caer debilitado él, pero ahora lo que importaba era mi batalla. Volví a sentirme lleno de energía, aunque mi cuerpo se seguía sintiendo demasiado débil. A duras penas conseguí ponerme de pie, siempre en el límite del equilibrio. No tenía fuerzas ni para salir corriendo, y estaba claro que en ese estado, y sin mi quería espada, no conseguiría derrotarle.

Este ser se plantó delante de mí, quizá esperando a que hiciera algún vago movimiento, para, finalmente, quitarme de en medio. Pero, en mi memoria, volvió a dibujarse aquella voz que me animaba y me daba fuerzas, y entonces, empecé a desprender tanta, o quizá más energía que el enemigo, tanta que empecé a asombrarme. Mi cuerpo seguía débil, pero mi espíritu se hacía cada vez más fuerte.

De pronto, noté cómo sentí la presencia de mi espada, que había sido lanzada lejos. Era como si cobrase vida. En ese momento, sentí un rayo caer a mis espaldas, un rayo que iluminó toda la zona. Sentí cómo mi espada quería volver a mí. Así lo desee, y mi espada fue volando hasta mi presencia. Pronto llegó a mis manos, y noté más que nunca todo su peso, pues me sentía casi incapaz de blandirla. No obstante, sentí todo el poder de Zeus, y de su rayo, como si él también quisiera darme energías para salir victorioso de este combate.

Gracias a esta sensación, fui vagamente capaz de alzar mi arma. Pero tal vez era demasiado tarde, pues mi rival ya se acercaba a atacarme. Era cuestión de una fracción de segundo decidir el fin del combate. Si era capaz, incluso a pesar de mi notoria debilidad, de burlar a su increíble agilidad, y de asestarle un golpe, de seguro este sería mortal. Difícilmente se podía vislumbrar el destino del combate.

Sin apenas ser consciente de lo que había sucedido, cerré los ojos, y mi última imagen fue la de su puño dirigido directamente a mi pecho. Pero no sentí ningún golpe en mis carnes, así que, abrí los ojos, y lo que vi realmente fue mi espada clavada en el pecho del enemigo. No sabía realmente lo que había pasado, ni si fui yo quien realizó esa maniobra, o sin embargo fue el gran Zeus, quien me bendijo con un rayo que otorgó un poder sobrehumano a mi espada. Pero lo que estaba claro es que por fin había vencido.

El gran rival queda por fin vencido
Tras un gran esfuerzo se consigue el éxito
Demostró ser aguerrido
Y por Zeus resultó bendito

Mi rival se quedó inmóvil, jadeando, y en cuestión de segundos cayó redondo al suelo. Yo también estaba exhausto, así que también me dejé caer al suelo para tener un momento de respiro. No sé si me quedé inmóvil unos minutos, o quizá unas horas. Cuando pude reunir las fuerzas suficientes para moverme por mi mismo, utilicé toda la sangre que le quedaba a mi rival para potenciar aún más mi arma, y también para bebérmela yo, y así recuperarme de mis heridas, y captar parte de las asombrosas habilidades del ahora fallecido.

Pronto me sentí como nuevo, y más aún, más fuerte y ágil que nunca. Mi espada, además, rebosaba energía, y desprendía un ligero destello azul, tal vez por el rayo que la bendijo. Desarrollé una nueva habilidad, que he bautizado como el ataque relámpago, que fue la que me permitió alcanzar las cotas de velocidad suficientes para que mi ataque fuese certero. Seguramente la necesite contra más adversarios duros de pelar.

Mi próximo destino fue mi guarida. En realidad no fui a descansar, sino a despedirme de todo aquello a lo que otorgaba algo de valor sentimental. Tal vez no fuera a volver ahí jamás. Lo más probable es que mi sendero terminase antes de que tuviese la ocasión de regresar. Al poco de yo llegar, empezó a anochecer, así que decidí pasar la noche en mi especie de habitación, para partir a primera hora de la mañana a tierras extranjeras.